martes, 26 de agosto de 2014

Historia de las vitaminas y los minerales

Desde la antigüedad más remota, el hombre ha relacionado la alimentación con el vigor, la fecundidad y la salud. Ya en el año 337 a.C., Hipócrates aconsejaba: Que el alimento sea tu medicina y que tu medicina sea tu alimento”.


Etapa empírica
Los alimentos se utilizaban empíricamente para curar determinadas enfermedades reconocidas actualmente como carenciales: hígado para tratar la ceguera nocturna (carencia de vitamina A) por los egipcios (Papiro de Eberts 1.550- 1570 a.C), o el tratamiento del escorbuto (carencia de vitamina C) con extractos de agujas de pino (indios americanos) o con zumos de cítricos (viajes marinos en el siglo XVII).
Durante el siglo XVIII la deficiencia de niacina (pelagra) se hizo frecuente en el sur de Europa entre grupos que comían exclusivamente maíz, en el cual esta vitamina no está biodisponible. Los estudios de Gaspar Casal (1739) sobre el “mal de la rosa” en España, y los de Frapolli en Italia sobre la “pelle negra” mostraron la relación entre la enfermedad y el consumo de maíz. Cabe señalar que en Mesoamérica, donde se desarrolló este cereal, el maíz se consume como mixtamal, en el cual la niacina sí está biodisponible gracias al cocimiento del maíz en un medio alcalino.
La deficiencia de la vitamina C, el escorbuto, fue especialmente frecuente entre los marineros embarcados por períodos largos sin frutas ni verduras en su dieta. James Lind, médico naval escocés, realizó experimentos en 1.735, sus hallazgos, como los de Casal y Frapolli en relación con la pelagra, no se difundieron hasta el siglo XX.

Etapa del descubrimiento
Al concluir el siglo XIX se creía que los alimentos únicamente se componían de proteínas, grasas, hidratos de carbono y calorías. Los minerales eran cenizas, esto es, simples residuos. Sería Liebig en 1869 quien se ocuparía de la importancia de las “sales minerales”. Su investigación se centró en los componentes del hueso y en otros elementos como el hierro, que forma parte de las células de la sangre.
Al mismo tiempo se empieza a descubrir lo que ahora conocemos como vitaminas. En 1906, en Inglaterra, Hopkins observó la imposibilidad de mantener animales vivos y sanos cuando se les administraban dietas que llamaban entonces “puras”, esto es conteniendo únicamente hidratos de carbono, grasas, proteínas y minerales, y determinó que “existen una serie de sustancias que están en los alimentos en cantidades mínimas y que son indispensables para la vida”.
El beriberi surgió como epidemia en el sudeste de Asia a principios del siglo XIX como resultado de la entonces nueva costumbre de pulir el arroz, que elimina la tiamina presente en el pericarpio de este cereal. Al almirante japonés Takaki le llamó la atención que el beriberi ocurría entre los marineros, pero no en los oficiales, y en 1.887 informó del efecto de los cereales integrales y las carnes para curar la enfermedad, pero su informe quedo archivado.
Gracias a una serie de afortunadas coincidencias, pocos años más tarde Christian Eijkman logró establecer un modelo animal, el primero en la historia de la nutriológica, del beriberi en el pollo que pudo curar con arroz integral; aunque su interpretación inicial de un “envenenamiento de arroz pulido” y de la “existencia de un contraveneno en la cascarilla del grano” fue errónea, su ayudante Gerrit Grijns proporcionó en 1.906 la interpretación correcta de los experimentos y el nuevo concepto de deficiencia quedó establecido.
Pero fue en 1.912 el bioquímico Casimir Funk el encargado de averiguar la estructura química: era una amina, y como resultaba esencial para la vida acuñó el término “vit-amina”.
Elmer V. McCollum buscó en la leche el factor protector contra la xeroftalmia (enfermedad de los ojos caracterizada por la sequedad de la conjuntiva y opacidad de la córnea), y lo encontró en 1.913 en la grasa de la leche y la yema del huevo, llamándolo vitamina A de acuerdo con lo sugerido por Funk. Se bautizó así la primera vitamina, y se decidió asignar la letra B a la vitamina de la cáscara del arroz, y la letra C a la vitamina antiescorbútica de las frutas y verduras.
El propio McCollum, varios años después, dio el nombre de Vitamina D al factor antirraquítico, distinto de la vitamina A, presente en el aceite de hígado de bacalao.
En 1.922 Evans y Bishop descubrieron la vitamina E, factor preventivo de la esterilidad en ratas alimentadas con dietas sintéticas, y en 1.930 Henrik Dam llamó vitamina K (por Koagulation en danés) al factor del alfalfa que prevenía las hemorragias experimentales en pollos alimentados con dietas exentas de lípidos.
Esta historia de repitió varias veces hasta 1.948, cuando se descubrió la vitamina B12 como factor antianemia perniciosa (anemia megaloblástica).

Etapa bioquímica
Durante la etapa posterior al descubrimiento, tiene lugar otra nueva etapa relacionada con las funciones bioquímicas, estableciéndose entonces las primeras “Ingestas Diarias Recomendadas” (IDR) o (CDR) Cantidad Diaria Recomendada determinadas por organismos de salud oficiales. Son las cantidades medias de cada uno de los nutrientes a suministrar por persona y día, para cubrir las necesidades de un grupo de personas o de una población en buen estado de salud. Las primeras normas establecidas por las RDA se publicaron en 1.943, siendo sometidas a revisión periódicamente, efectuándose la última por parte de la Academia Nacional de las Ciencias de los EE.UU en 1.998.
Coincidiendo con esta época, comienza la producción industrial de los alimentos enriquecidos con vitaminas (harinas de cereales) para prevenir enfermedades carenciales tales como el beriberi, escorbuto, pelagra y el raquitismo, que en la actualidad han dejado de ser un problema en los países desarrollados.
  
Etapa actual
Los nutrientes antioxidantes forman parte de las defensas naturales del organismo contra los radicales libres. Numerosos estudios epidemiológicos han demostrado que el consumo de alimentos ricos en vitaminas antioxidantes como C, E, así como beta caroteno. Reducen el riesgo de padecer ciertas enfermedades como cáncer, enfermedades cardiovasculares y cataratas.
En la actualidad los organismos internacionales estudian el papel, no sólo de las vitaminas antioxidantes sino también de otros nutrientes esenciales y no esenciales, en la prevención e incluso en el tratamiento de las enfermedades, todo ello con el fin de mantener y mejorar la salud, para proporcionar a los seres humanos una vida más larga y sobre todo de mejor calidad. 

0 comentarios:

Publicar un comentario